Hambrienta realidad....


14/06/2014


Le costaba creerlo, mas que costarle le dolía pensar que todo había acabado. Que por mucho que mirara hacia atrás, no alcanzaba a ver por donde podría haberse perdido tanto amor.
¿Habia, tal vez, llegado a imaginarlo?, ¿ Habría sido algo que solo ella en su mundo habría sentido?

Fuera como fuese, era doloroso ver en que se habían convertido.
Faltos de miradas, de palabras, de cariño, de besos y abrazos, y no necesitarlos. Eso era lo mas triste, echar de menos algo que tan bien había conocido y no tener si quiera la necesidad de reclamarselos.

Alguien le habló de perder la fe, pero eso era algo inconcebible para ella. La fe, y mas que eso, la esperanza era lo único que la mantenía con fuerzas para continuar.

Ella era consciente de que toda esa riqueza, esa maravilla que los humanos somos capaces de sentir en nuestros cuerpos no era eterna en el amor.

Sabia que esas corrientes que recorren los estómagos de los enamorados no duran para siempre.
Que esas miradas complices que dicen mas que mil palabras, se van acostumbrando y pierden su sentido, su brillo.
Entendía que el tiempo de los enamorados, ese que parece volar cuando lo que se desea mas que nada es que se detenga, volvía  a convertirse en minutos y segundos simplemente.

Sabia que los latidos del corazón, rebozantes de vida, de dicha, de emoción, de miedo, vértigo. Esos latidos que te hacen sentir tan increíblemente vivo, con el tiempo toman un ritmo mas pausado, a veces incluso parecieran inmóviles.

Incluso las caricias, cuando las pieles se vuelven esclavas de las deseosas manos y estas tatúan frases de amor por todo el cuerpo..

Ella conocía bien todas estas sensaciones, de otra manera, no cabria necesitarlas y anhelarlas de esa manera que tanto le dolía.
Tenia que cobijarse en sus recuerdos una y otra vez, para cersiorarse de que había sido real.

Al menos, quedaban intactos sus pensamientos mas ocultos, sus deseos inconfesables. Dentro de su cabeza, en las noches silenciosas y vacías, ella iba tejiendo historias, pequeños retazos, simples miradas llenas de palabras de amor, besos largos y tiernos, palabras silenciosas que rozan el alma, esas que la hacían sentirse única.
 Historias imposibles con personas inexistentes, pero era tal su necesidad de sentir, que cuando el cansancio y el sueño la vencían, conseguía guardarlas hasta la próxima noche.
Y así, consciente de su locura e inmadurez, conseguía ser feliz antes de que sus propios sueños la envolvieran.




No hay comentarios: